- Por Eduardo Lobos, socio Sargent & Krahn
El ecosistema Startup chileno, impulsado por políticas públicas y, especialmente, por un innovador sector privado, ha contribuido de forma relevante para la creación de empresas tecnológicas con potencial global. No obstante, en este proceso de creación muchos emprendedores chilenos tienden a olvidar un elemento esencial y que constituye un requisito estratégico: la propiedad intelectual.
La protección de la propiedad intelectual es un factor crítico para que las startups accedan a fondos. Los inversores buscan minimizar riesgos y maximizar el potencial de retorno, de manera tal que contar con derechos de propiedad intelectual debidamente protegidos es una señal de solidez, certeza y seriedad.
Una de las instancias públicas de financiamiento más relevantes son los programas de CORFO. Uno de sus objetivos es que la innovación desarrollada (en este caso particular con fondos públicos) esté protegida para asegurar su futura explotación comercial. En otras palabras, la innovación financiada debe ser una innovación protegida.
Pero la protección de la propiedad intelectual en una startup no solo es un antecedente para la obtención de financiamiento, sino que debe además ser entendido como un activo estratégico para poder competir en el mercado nacional e internacional. En efecto, si no detento exclusividad frente a terceros: irremediablemente será casi imposible obtener el financiamiento necesario y, la startup podría quedar estancada, con dificultades para poder desarrollarse y competir en el mercado.
La propiedad intelectual se encuentra en la esencia de lo que significa construir un negocio escalable. Así, un software, una patente de invención o una marca comercial son activos intangibles que, debidamente registrados, pueden ser valorizados en el balance de la empresa. Es por lo mismo que, para un inversionista, chileno o extranjero, un portafolio de propiedad intelectual sólido y debidamente protegido es un claro indicador de certeza, madurez y seriedad.
En un país como Chile, con un mercado interno relativamente pequeño, la internacionalización es una meta natural. Aquí es donde la propiedad intelectual nuevamente juega un papel crucial. Si bien los derechos de propiedad industrial, tales como marcas comerciales, patentes de invención y diseños industriales, son de carácter territorial, nuestra legislación contempla mecanismos que facilitan la protección global, tales como Tratado de Cooperación en materia de Patentes (PCT) o el Protocolo de Madrid para marcas comerciales. Este tipo de apoyo es vital para que una startup chilena pueda mirar más allá de nuestras fronteras, sin temor a que su invención, sus activos, sean copiados o derechamente infringidos por terceros.
Con todo, si una startup desea ser la próxima «unicornio» chilena, su primer paso no debe ser solo crear, sino también proteger lo que la hace única y característica.