• Por Ignacio Orellana, CEO de Sistemo.

En la actual era de la economía digital, la tecnología ha trascendido su rol de simple herramienta. Hoy en día, permea todos los aspectos de nuestra vida, impulsándonos a adaptarnos progresivamente a sus continuas mejoras. Un claro ejemplo de esta evolución es la inteligencia artificial, proyectada como un catalizador de transformaciones significativas para la humanidad.

En el ámbito laboral actual, uno de los retos principales en la implementación de nuevas tecnologías no se limita a la integración técnica, sino que se centra en la gestión del cambio cultural en las empresas. La transformación digital, un concepto que va más allá de la adopción de herramientas y plataformas digitales, abarca un cambio cultural y estratégico profundo que debe involucrar a todos los estamentos de la organización.

Esto implica una redefinición de mentalidades, procesos y formas de trabajar. Para que las nuevas tecnologías sean verdaderamente efectivas, es crucial que los colaboradores comprendan su propósito, se sientan cómodos utilizándolas y perciban el valor que aportan a sus tareas diarias y a la empresa en su conjunto. 

La economía digital, entonces, no sólo comanda implementar tecnologías, sino que también exige adoptarlas e incorporarlas en la cultura organizacional. Hoy muchos proyectos fracasan porque los colaboradores tienen resistencia al cambio por miedo a lo desconocido, la percepción de amenaza o falta de habilidades para adaptarse, por lo que no adoptan ni hacen suyas las nuevas tecnologías. 

Cadenas de suministro en Chile al debe 

La logística y las cadenas de suministro están experimentando una evolución significativa. En almacenes y bodegas, las tareas repetitivas y que consumen mucho tiempo, tradicionalmente realizadas de forma manual, impulsan el crecimiento del mercado global de automatización de almacenes, según Statista. Este crecimiento es parte de una tendencia más amplia de aumento en el gasto de TI, donde la automatización de procesos y la robotización juegan un papel fundamental. 

En el contexto de los almacenes, la robotización implica el uso de sistemas automatizados para optimizar la preparación de pedidos, el transporte de mercancías y la gestión de inventario, lo que se traduce en una mayor eficiencia, reducción de errores y la capacidad de manejar mayores volúmenes con menos intervención humana.

Sin embargo, en Chile, la implementación de estas tecnologías enfrenta un desafío cultural considerable. Muchas empresas invierten en tecnología pero no logran una adopción plena debido a la resistencia al cambio, ya que los empleados han mantenido las mismas prácticas durante décadas. 

Para superar esta barrera, es crucial implementar una gestión del cambio efectiva. Esta debe basarse en un discurso convincente que genere en los equipos la necesidad y el deseo de colaborar con la tecnología. La «tensión» que a menudo surge entre los colaboradores y los robots, por ejemplo, se debe a la complejidad con que son percibidos estos sistemas, lo que subraya la importancia de ofrecer capacitaciones activas y constantes para garantizar una utilización plena y exitosa.

Gestión del cambio sólida

El boom del comercio electrónico ha hecho crecer la demanda de productos y servicios. Por ello, la logística y las cadenas de suministro han tenido que invertir en sistemas robóticos para ganar eficiencia, productividad y cadencia.

Asimismo, vienen a complementar tareas complejas, repetitivas y exigentes físicamente. En muchas bodegas hay que recorrer largas distancias y levantar 5 mil cajas semanales. Además, hoy los centros de distribución chilenos enfrentan una alta rotación de personal, particularmente después de la pandemia, donde los centros de distribución suponen recorrer largas distancias y tiempo de movilización.

Por lo tanto, si las empresas quieren crecer digitalizando y automatizando sus operaciones, es crítico capacitar al talento interno para insertar integralmente una cultura que adopte la tecnología. La transformación digital no es solo un desafío tecnológico, sino principalmente humano y cultural. 

Sin una estrategia de gestión del cambio sólida, la inversión en tecnología corre un alto riesgo de no ser rentable. Por lo tanto, si la tecnología se impone por obligación, la curva de aprendizaje y su impacto se estancan, impidiendo que la organización obtenga los beneficios esperados de la automatización.

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